Si pensamos que son las personas las que crean, transmiten y transforman la cultura, no los objetos en una vitrina, pondremos a éstas en el centro de las acciones. La capacidad que tienen los seres humanos de Nina Simon (2010), dice que la institución apoya experiencias multidireccionales sobre su contenido; además sirve de plataforma que conecta diferentes usuarios que actúan como creadores, distribuidores, consumidores, críticos y colaboradores.

Esta combinación necesita estar presente cuando se diseñan y desarrollan los contenidos: son personas diversas las que recorren el museo; son personas las que crearon esos objetos, obras de arte, planteamientos científicos, filosóficos, etcétera. El museo debería crear espacios que creen un puente para visibilizar a aquellos que han estado invisibilizados, poner en el núcleo de las actividades a las personas, en un punto incluyente de todas y todos, que hable de diversos modelos culturales para generar una real democracia cultural.
Para ello, considerar la Inteligencia social (Thorndike,1920), como una habilidad básica que ayude comprender y motivar a otras personas sobre su experiencia y detonar una comunidad activa y participativa vinculada con las exposiciones, que genere: debates sobre desigualdad, discursos racistas, democracia o colaboración y su efecto. Sumando la Inteligencia interpersonal, podrán reflexionar sobre sus preferencias, estilos, motivaciones o formas de pensamiento sobre si mismos y el vínculo que tienen con otros, en el mismo museo o con aquellos de los que se habla en la exposición.
Personas-individuos-visitantes es igual a pensar en un ser complejo, diverso, en varios niveles culturales y de aprendizaje. Las personas son hacedores de patrimonio, transmisores de cultura y quienes reestructuran a las sociedades frente al pasado, presente y futuro. Si el museo incluye una pedagogía a través del cuerpo, del contacto con los sentires, las sensaciones, los dolores y los placeres.
La generación de experiencias educativas colaborativas que invaden, interactúan y transforman ese espacio: niños, jóvenes, adultos, personas con discapacidad auditiva, visual, intelectual o motriz; los enfoques violeta o de genero con colectivos LGBTIQ+: conferencias, conservatorios, cursos, talleres, experiencias en sala o más allá del museo.
Ver a las personas como ser individual (los que se destacan también en las exposiciones, artistas, heroínas, científicas, etc) y en sus experiencias de vida desde si mismas, sus búsqueda y conflictos (lo intimo y personal) y el colectivo (como ser social que actúa con otros en la construcción de comunidad. Recordemos que la participación implica acción, compromiso, diálogo, reflexión. La reflectora de contenidos implica, narrar, construir historias, información diversa, empatía en los contextos, la inclusión de lo interdisciplinar y también los recuerdos de todos, incluyendo a los visitantes.